Historia

¿Cómo se dice rata en Perú?

Por último, llega el momento de hablar de la historia de la rata filantrópica, que nadie ha contado y que nadie contará nunca si no la ponemos remedio ahora. Una rata como tantas otras, Rattus norvegicus, que ya se ha embarcado muchas veces en el mismo transatlántico en la ruta Buenos Aires-La Coruña, aunque no sabe que existen La Coruña o Buenos Aires; incluso es razonable pensar que no cree en otro mundo que no sea la bodega de su barco. El universo tiene cien metros de largo por dieciocho metros de ancho, y en él pasa su diminuta vida de rata, una noche perpetua provista de barriles y cajas y sacos de arpillera. Como tantos empleados de correos, ha encontrado la forma de vivir del correo transatlántico: anida en la calidez de las sacas postales, mastica la deliciosa pasta de lacre, se alimenta de las cartas que cruzan el océano una vez cada cuatro semanas. . Siente especial debilidad por los sobres timbrados con membretes oficiales, esas hojas mecanografiadas que siempre comienzan con las mismas palabras: El Gobierno de Argentina lamenta informarles. Así es como su pequeño estómago se va llenando poco a poco de tantas noticias tristes que jamás serán leídas, y en cierto sentido ahí es donde merecen estar, porque para qué una madre necesita saber que la tuberculosis se llevó a su hijo que emigró; por qué no dejarla envejecer creyendo que la sangre de su sangre encontró en América la fortuna que tantos sueñan. Hay cosas que es mejor saber a medias, o saber de otra manera, o no saber nada, y si José y Carlos estuvieran escribiendo una novela fantástica; si pensaran que lo sobrenatural podría infiltrarse en una historia realista, entonces diríamos que la rata está de acuerdo con nosotros. Que de alguna manera oscura ha aprendido a distinguir cartas tristes o innecesarias; aquellos que nunca debieron haber sido escritos, y mucho menos enviados. Pero aceptar eso correspondería a otro género, uno en el que sus autores no están dispuestos a naufragar, y ya hemos dicho que su novela es o aspira a ser una novela realista; a veces comedia, a veces historia de amor y a veces tal vez incluso tragedia, pero realista de todos modos. Solo quieren contar el romance de Georgina Hübner y Juan Ramón Jiménez, y no la vida de una rata que lee, juzga y se compadece de los hombres. Eso es imposible, peor aún, estropearía su historia.

Acordemos entonces que la rata devora cartas solo porque tiene hambre. Convengamos también que si prefieres las cartas tristes es por alguna razón que desconocemos —quizás simplemente abundan más que las buenas noticias; quizás prefiera las páginas empapadas de tinta, y todos saben que la felicidad no necesita demasiadas palabras. Se alimenta de la noticia que duele a quien la recibe y hoy le toca el turno a la vigésima quinta carta que Georgina le escribe a Juan Ramón. Antes ha perdonado el primer mensaje que un emigrante envía a su familia —qué grande es Buenos Aires, madre, te sorprenderías; más grande que Santander, Torrelavega y Laredo juntos—y la noticia de una hija fea que parecía milagrosamente casada y al final no se casó roía los sellos. Ahora se detiene en la carta de Georgina. Lo olfatea con su hocico glotón. Se prepara para el primer bocado con sus diminutos labios hacia atrás, tal vez embriagada por el olor a perfume del papel puesto. Ella diría —pero cómo lo vamos a decir; tenga en cuenta que es solo una manera de hablar: que ella entiende el contenido venenoso del sobre; quién sabe si hasta entonces Georgina no ha sido para Juan Ramón más que una de las pequeñas satisfacciones del día a día, no más importante que una tarde soleada o la visita inesperada de un amigo, y ahora ese puñado de palabras está a punto de cambiarlo. todas. Si Juan Ramón lee una carta más no habrá remedio, finalmente se habrá enamorado por completo de Georgina, la habrá convertido en esa musa de mirada melancólica y velos vaporosos que preside sus poemas, y entonces lo que empezó como una comedia —dos poetas que juegan a ser pobres y también a ser mujer— terminará en tragedia —un hombre que intenta hacer el amor con un fantasma. Todo depende de si devora la carta o no, pero es obvio que al final no lo hace, porque si la carta desaparece con ella, su novela también terminaría, y aún le quedan muchas páginas por recorrer.

CAUSA ENFERMEDAD:

La peste bubónica es una pandemia que asoló Europa en el siglo XIV. Fue creado por una pulga de rata que saltó sobre un humano.

Lo creas o no, los ratones también sabían cómo llegar al espacio. En 1961, Héctor, llamado el Ratón, era miembro de Yuri Gagarin. Un astronauta que se convirtió en el primer ser humano en viajar al espacio.

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